sábado, 27 de febrero de 2010

Coldplay llenó River y dejó a todos contentos

Después de tres años Coldplay volvió a presentarse en la Argentina. Pero esta vez, a diferencia del 2007, cuando tocó para unos pocos en el Gran Rex, fue en el mayor estadio de Buenos Aires, a pocos días de levantarse su clausura para recitales y con entradas agotadas. Casi 65.000 personas pudieron disfrutar anoche, a partir de las 9 y cuarto, de 25 canciones entre las cuales no faltó prácticamente ninguno de sus más conocidos hits.
El cuarteto británico integrado por Chris Martin (piano, guitarra y voz), Guy Berryman (bajo), Jon Buckland (guitarra) y Will Champion (batería y voz) lució aceitado, como siempre, y muy bien predispuesto con el público de principio a fin. El concierto arrancó con esa especie de obertura instrumental que es Life in Technicolor y siguió enseguida con una batería de clásicos conformada sin solución de continuidad por Violet Hill, Clocks, In my Place y, por supuesto, Yellow. Apoyada en un sonido perfecto y una iluminación grandilocuente la banda, enfundada en sus clásicas chaquetas mod, se movió con comodidad y buen humor por el enorme escenario dispuesto en forma simple y con dos extensiones en cada uno de sus lados que luego servirían para una mayor aproximación con el público.
Las pocas gotas que cayeron poco antes del inicio del show no pasaron de allí y la gente pudo corear sin sobresaltos la mayoría de las canciones. Chris Martin, que en eso de interactuar con sus fans es un verdadero maestro, hizo gala de todos sus encantos: desde un impecable estado físico que le permitió correr de una punta a la otra del escenario, hasta sus peculiares bailes -una mezcla entre Bono de U2 y la danza de la lluvia-, todo estuvo presente. Hasta se dio el lujo de intentar una conversación en castellano, que no prosperó y fue desechada por él mismo poco después con toda sinceridad: my spanish is fucking awful, dijo.
La presentación de Viva la Vida en Latinoamérica, que seguirá por Río de Janeiro, San Pablo, Bogotá, México DF, Guadalajara y Monterrey, empezó entonces de la mejor manera. Flanqueados por el cuadro de Delacroix que inspiró la estética del álbum, los músicos crearon un clima perfecto ya desde el vamos, con el bombardeo de hits inicial, clima que a lo largo de la noche sería retroalimentado una y otra vez con globos gigantes, fuegos de artificio y una lluvia eterna de papelitos plateados.
Entre otras canciones que hicieron bailar a todo el mundo, como God Put a Smile in Your Face, Fix You y, sobre todo, Viva la Vida, se tomaron el trabajo de improvisar dos pequeños sets más íntimos a cada extremo del escenario. El segundo de ellos, acústico y bien cerca de la gente (salieron de escena y volvieron a aparecer en un pequeño espacio casi en la mitad del campo) fue tal vez el más peculiar, ya que sorprendieron a la audiencia con una simpática versión de Billie Jean, como homenaje al fallecido Rey del Pop, y con un tema especialmente compuesto para la ocasión llamado Don Quixote que, creer o reventar, incluye el tarareo típicamente argentino de olé, olé, olé.
Cerca del final fue el turno de la poderosa Politik y de Lovers in Japan, momento en el que Martin, que ya se había acostado en el piso y había bailado con la gente haciendo girar una llamativa sombrilla roja de estilo oriental, hizo la ya clásica embanderada demagógica, al tomar una bandera argentina que le alcanzaron del público. Habían pasado casi dos horas, el estadio estaba feliz y todavía faltaban los bises.
Y los muchachos no se hicieron esperar. Solo al piano, Chris le regaló a la gente esa canción preciosa que es The Scientist, para luego cerrar la fiesta con el remix de Life in Technicolor y The Escapist, todo un viaje psicodélico. Un concierto realmente muy agradable, casi perfecto. Como cereza del postre, al salir, el público recibió como regalo Left Right, un pequeño álbum en vivo de la banda, ideal para seguir escuchándola en el viaje de regreso o al llegar a casa.